«Del rigor de la ciencia», Borges y Fernández Mallo: lecturas y relecturas

            

            “La prueba de que un autor es contemporáneo es que nos sugiere relecturas”

            Agustín Fernández Mallo

     El hacedor de Jorge Luis Borges es publicado en 1960 y se presenta como una colección heterogénea de relatos y poemas de temática diversa. Agustín Fernández Mallo, partiendo de unas relecturas sugeridas por los multiinterpretativos cuentos borgianos, escribe, como afirma en una entrevista, “a partir de estímulos meramente creativos”, un remake que titula El hacedor (de Borges), Remake. En esa misma Fernández Mallo da la clave de creación y lectura de su obra: “Coger algo y darle la vuelta y ver qué pasa si le das la vuelta. El acto de crear cualquier cosa, ya sea una teoría científica, por ponerme en un extremo, o un libro, no es más que ver la realidad como si fueras un marciano que aterriza en planeta y le dices di qué es esto.” Trasgredir, ver cómo es un objeto, una teoría, un cuento…, desde un prisma diferente, que incluso puede llegar a ser opuesto, es decir, ausente de toda experiencia de interacción con los elementos, como le ocurre al marciano: ¿Cómo interpretar aquello de lo que no se tiene constancia? Sencillo, a través de los mecanismos de nuestra propia subjetividad, experiencia, aunque estas nunca se hayan encontrado con ese problema en el pasado. La interpretación entonces no será la correcta, podemos pensar, pero, ¿quién puede otorgar valor de verdad a una experiencia externa al sujeto? La interpretación es, por tanto, una de tantas posibilidades cuya conjunción marca los límites infinitos del hecho mismo de interpretar. Límites porque los hay en un momento X y en un lugar X de la historia. Infinitos porque siempre hay posibilidad de ir un paso más allá con una nueva teoría que aparecerá en un momento X+1 y un lugar X+1 de la historia.

            El mismo Borges lo puso en práctica con “Pierre Menard, autor del Quijote”. Menard consigue, tras años de esfuerzo, escribir varios capítulos de Don Quijote de la Mancha idénticos a los que escribió Cervantes. Pero, atención: solo son idénticos sus significantes porque tres siglos de avance científico y filosófico separan a ambos autores: “El texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente idénticos, pero el segundo es casi infinitamente más rico. (Más ambiguo, dirán sus detractores; pero la ambigüedad es una riqueza.)” (Borges, 1944: 24). Un objeto llevado de un punto de la historia X-1 a un punto X enriquece con creces porque el avance histórico, en tanto sumativo, otorga significados que el autor original ni siquiera pudo llegar a imaginar: “Menard, contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió.” (Borges, 1944: 24). La reescritura, aunque idéntica, supone abstraer una obra de arte de su contexto de nacimiento primitivo para llevarla a un espacio posterior en el que debe ser leída desde un nuevo punto de vista que se asienta sobre nuevos estratos. Sería una soberana idiotez leer el Quijote desde la filosofía nietzscheana aunque aparezcan elementos que puedan enlazar con ella, simplemente porque nadie en el siglo XVII pensaba en esos términos. Sin embargo, la reelaboración de Menard lo posibilita: “la baronesa de Bacourt, [ve] la influencia de Nietzsche” (Borges, 1944: 23).

            De nuevo Borges en El hacedor incluye un relato titulado “Del rigor de la ciencia” que vuelve a participar de estas ideas. En apariencia, el breve párrafo está extraído de una obra de 1658 de Suárez Miranda, sin embargo todo es una invención de Borges que con esa breve nota al pie –“Viajes de varones prudentes, SUÁREZ MIRANDA, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658,” (Borges, 1960)– posibilita dos niveles de lectura desde dospirimap2 posiciones temporalmente diferentes: la primera consiste en leer el texto desde los supuestos del siglo XVII, en época de Miranda, y la segunda leerlo desde los principios que rigen el mundo en el año 1960, cuando Borges lo escribe. Un mismo texto, dos lecturas diferentes en relación a dos momentos históricos separados por tres siglos de avance histórico. Sin duda, muy similar a “Pierre Menard, autor del Quijote”. Sin embargo algo se mantiene intacto en las dos lecturas de “Del rigor de la ciencia”: la referencia primitiva a ese imperio del pasado que no conocemos.

            Pero en 2005 llega Agustín Fernández Mallo para acabar de rizar el rizo y lo incluye en El hacedor (de Borges), Remake. Un tercer nivel de lectura marcado de nuevo por la nota al pie: “Viajes de varones prudentes, SUÁREZ MIRANDA, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658, revisión de 2005” (Fernández Mallo, 2011: 157). Cincuenta años en los que, sin ir más lejos, la sola lectura del título nos transporta, por poner un ejemplo, a la teoría de Baurdillard sobre los simulacros de realidad. De nuevo el avance sumativo, porque esta nueva visión no anula las interpretaciones anteriores, sino que las enriquece. Ahora bien, si Borges había añadido un título y una nota al pie al supuesto texto de Suárez Miranda, Fernández Mallo va a hacer lo propio con una aclaración al inicio del relato: “En aquel imperio, [pre Google Earth]”. El rigor científico ha sufrido un avance monumental: en el viejo imperio el rigor consistía en hacer un mapa a escala 1:1, aunque años después se den cuenta de su inutilidad; en época del ficticio Suárez Miranda ese suceso adquiere tintes fantásticos e incluso humorísticos porque la cartografía, tan necesaria en la época de los grandes descubrimientos, había sufrido un avance brutal; en 2005 el progreso tecnológico es tal que la cartografía pasa a informatizarse de modo que no existe materialmente sino en una hiperrealidad a la que se accede a través de la pantalla de un ordenador.

            Sin embargo, los dos opuestos acaban uniéndose: “levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él” (Fernández Mallo, 2011: 157). A la realidad se le superpone otra realidad que es más real que la realidad misma, el mapa se superpone al territorio: “el no-acontecimiento del Golfo es de una gravedad que supera el acontecimiento mismo de la guerra”, dirá posteriormente Baudrillard (1991: 10). Haced la prueba, pensad en un lugar al que viajarais cuando eráis niños y miradlo ahora por Google Earth. Tras la visita al mundo virtual sus imágenes contaminarán los recuerdos adquiriendo incluso más fuerza que la experiencia directa.big-brother-is-watching-you

            Otro elemento que no hay que obviar de Google Earth y que lo diferencia del elaborado mapa del relato de Borges es la violación de la privacidad, sin ir más lejos el propio Fernández Mallo habla sobre algo muy relacionado en el relato “Mutaciones”. Una mujer con el rostro pixelado que aparece en una instantánea de Google Earth cobra vida ante los ojos del lector:

Mientras me acerco veo a una mujer de rostro indeterminado con intención de cruzar la calle. En la aproximación ya he podido comprobar que esta caminata está llena de rostros borrados, pixelados, como si participaran de aquella vieja superstición indígena según la cual fotografiar un rostro equivale a robarle el alma como si ser reconocido en la videovigilancia no fuera la secreta aspiración de cualquier humano. Hago una foto al conjunto (foto n.° 5), parece que la mujer se da cuenta de mi disparo, e inmediatamente, para disimular, me acerco y le pregunto si ella es de Passaic o si está de paso. Me contesta que sí, que es de Passaic, que nació aquí, y le pregunto entonces si conoce el recorrido que hizo en 1967 Robert Smithson, también natural de Passaic, le digo que busco el Golden Coach Diner, donde Smithson se detuvo a comer aquel 30 de septiembre de 1967, ella me responde que no sabe quién es ese señor llamado Smithson, y que el Golden Coach Diner está en Central Avenue 11. Después ella cruza y yo me quedo mirando las tiendas (Fernández Mallo, 2011: 65)

            El actual imperio de la (des)información, fotografiado por Google Earth para que el usuario desde su casa pueda viajar por el mundo a un precio muy económico –más información consultar tarifas de ADSL de compañías telefónicas–, es la plasmación perfecta de una sociedad orwelliana. El ojo del Gran Hermano campa a sus anchas por las calles fotografiando sin límites todo lo que hay a su alrededor para que la acomodada clase media disfrute de bellas postales mientras asienta su pasivo trasero en el sofá: Big Brother is watching you, y no eres capaz de moverte.

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            Pero, como siempre ocurre, hay límites que permanecen invariables ante el avance: “En los desiertos del Oeste perduran despedazadas las Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y Por Mendigos” (Fernández Mallo, 2011: 157). Los sueños se abandonan con el tiempo y la pobreza se mantiene, sean unos artistas cartógrafos los que realicen atlas de grandes imperios o sean ambiciosos informáticos. Los mismos mendigos que moran en las despedazadas ruinas de un mapa utópico son fotografiados y expuestos en la hiperreal world wide web de un mundo falto de utopías.Pobreza

BIBLIOGRAFÍA

BAUDRILLARD, Jean (1991): La guerra de golfo no ha tenido lugar, Barcelona,          Anagrama.

BORGES, J. L.(1944): Ficciones, en [http://textosenlinea.com.ar/borges/Ficciones.pdf], (31/1/2013).

-(1960): El hacedor, consultado en [http://www.literatura.us/borges/hacedor.html], (31/1/2013).

FERNÁNDEZ MALLO, Agustín (2011): El hacedor (de Borges) un Remake, Madrid Alfaguara.

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